Comentario
A partir de 1500 no tenemos documentos, pero nadie pone en duda que existen dos grandes empresas que sólo el maestro Gil era capaz de realizar. Además, se diría que ninguna de las dos, o al menos una, fue terminada por él. Por un lado, hablamos del sepulcro de Juan de Padilla, antes en el monasterio jerónimo de Fresdelval, muy cerca de Burgos. Por otro, está el relativamente pequeño retablo de santa Ana en la capilla del Condestable de la catedral burgalesa.
El sepulcro del paje Juan de Padilla, al que profesaba especial afecto la reina Isabel, está directamente inspirado en el del infante Alfonso de Miraflores. Sólo una toma de postura estética, que aborrezca los excesos ornamentales del último gótico, puede haber afirmado que estamos ante la obra maestra de Silóe. En realidad, todo hace pensar en algo encargado al artista, y que éste no llegó a ver acabado. La simplificación ornamental no es una virtud sino un signo de ello. Sin que quepa olvidar que estamos ante otra gran obra, todo indica que cualquier comparación, tanto de detalle como general, con el modelo favorece a éste y no al contrario. El orante se aproxima bastante y puede ser aquella parte en la que intervino más directamente Silóe.
Antes de ingresar en el Museo Provincial de Burgos sufrió malos tratos en el monasterio de Fresdelval, destrozándose una parte de sus adornos y desapareciendo muchas de las pequeñas esculturas que lo completaban. Tres están en el Museo de Boston, dos en el Metropolitan de Nueva York, y, recientemente, se ha encontrado otra en una colección particular (Gómez Bárcena). Figurillas de menores dimensiones y más desgastadas están en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Franco). En todas se pone de relieve la presencia del maestro y de alguno de sus colaboradores. El relieve de la Piedad tiene poco que ver con él.
Finalmente, queda el retablo de la capilla del Condestable. Esta se había comenzado en 1482 y en 1499 parece que se quitaron los últimos andamios. Por entonces, Mencía de Mendoza, la viuda del Condestable, debió ponerse en contacto con Silóe. ¿Cuál fue la razón de que le encargara el retablo lateral y no el principal, que más tarde llevarán a cabo Bigarny y su hijo, Diego Silóe? En todo caso la traza vuelve a poseer la originalidad de diseño a que nos tiene acostumbrados, habida cuenta de que la superficie de fondo era muy pequeña. En vez de situarlo en un solo plano lo dividió en tres paños, haciendo avanzar los laterales, al tiempo que presentaba un frente hacia el centro de la capilla. Era el retablo de las santas, por lo que dibujó un basamento con pequeños nichos llenos con menudas figurillas femeninas presididas por la Virgen. Los tres pisos determinan nueve nichos mayores en la zona principal y tres en la que da a la capilla. Cuatro de las figuras son posteriores, seguramente realizados por Diego, pero lo restante es de Gil, siendo una de sus obras más delicadas.
Pocas veces llegó a un grado de sensibilidad tal como aquí, cuando únicamente había de representar imágenes femeninas delicadas e idealizadas, sin perder su característico distanciamiento. El centro lo ocupa una santa Ana triple, con la Virgen y el Niño, que está entre sus obras más importantes. El cuerpo de la santa se quiebra por encima de la cadera, como si pretendiera apoyarse más firmemente para sostener a Virgen y Niño, compensando de este modo el desequilibrio que hubiera supuesto su colocación a un lado. Imperativos compositivos hicieron que todos estén en pie en los segundos y terceros pisos. Arriba está santa Catalina, que recuerda la del retablo mayor de Miraflores. Especialmente encantadora es la santa Elena a la derecha de Ana. Las figuras de la zona inferior están sentadas.
En todas hay un regusto por los menudos detalles, tanto de vestimenta como de adorno, incrustando piezas de otros materiales en relieve. La suavidad con que está tratado todo es buscada, intentando acomodarse a una temática tan especial como infrecuente. Es de suponer que un retablo de estas características sea el resultado de la voluntad personal de Mencía de Mendoza, que encontró el escultor a veces más solemne para llevarlo a buen fin.
¿Murió Gil de Silóe antes de acabarlo? Parece que la estructura total estaba acabada, incluso con el inmenso dosel de avanzado perfil que lo cobija. Una parte de las esculturas, también. A falta de datos hemos de mantener la hipótesis de que Gil fue incapaz de terminarlo, bien por enfermedad, bien por muerte. Incluso, el hecho de que con posterioridad el diseño del retablo lateral del lado contrario se copiara, hasta en el tipo de dosel que entonces debía resultar muy arcaico, es signo de que el último trabajo de Silóe también había satisfecho a su último y no menos importante cliente.
Sin que podamos afirmarlo taxativamente, siempre se dice que Gil murió hacia 1500-1505. Es la segunda fecha la más segura. Hasta el final permaneció fiel a una estética, insensible a cualquier influjo italiano. Contra lo que se dice, no hay que sorprenderse por ello. Nada más destacable que lo que sabía hacer se le ofreció entonces. Ni la llegada de Felipe Bigarny a Burgos ha de creerse que implicaba un cambio profundo. Venía formado en la tradición borgoñona, que apenas se había hecho eco más que de aspectos secundarios del Renacimiento italiano. Bigarny no empezará a darse cuenta de él hasta la vuelta de Diego Silóe de Italia. Por el contrario, Francisco de Colonia en 1505 aún se inspiraba en el retablo de Miraflores, para el suyo de San Nicolás de Burgos, y por entonces trabajaba el maestro del retablo de la iglesia de San Gil o García de Salamanca importaba de Flandes piezas para el retablo de su capilla funeraria en San Lesmes de Burgos. Era una rica tradición que seguía viva.